jueves, 1 de enero de 2015

paso de cebra

stephen shore


Pero luego al final, la vida no es tanto, ¿no? No sé. Es todo una masa ingente de personas cruzando un puto paso de peatones. En realidad no es más. Misma mierda delante, y la misma detrás. A veces os veo como el tipo de el cielo sobre Berlín como una montaña de gente que camina a trompicones por las calles y piden perdón. Ni perdón ni gracias. Ahora mismo yo solo quiero ser esa tipa loca que se queda en el medio de la carretera. Solamente hay una mitad de probabilidades de que un coche me mande al otro barrio, y otra mitad de que pase a cero coma dos centímetros de mi cadera. No es para volverse loco. Tampoco hace falta comerse las uvas a las doce, no pasa nada. Si llevas boina, todo parece un poco más romántico. Y luego pues no sé, me ha dado por escribir ahora, a las cuatro de la mañana. Un zumo mal bebido me espera al otro lado de la mesa, hoy se me hace enorme esta mesa. Esta mañana amanecí con una novela nueva en el email y un corazón un poco más rojo aquí dentro. La verdad es que este corazón late, late, late, late, late, y todo a un ritmo muy de hacer el amor. Un ritmo al que apetece vivir. Qué tiene de malo vivir a xlatidos/seg. Me parece lo más orgánico, lo más lógico, lo más humano. Vivir a lo que tu corazón determina por segundo. Si Wim Wenders me estuviera vigilando en un plano cenital ya habría extendido su gigante mano y me apartaría la mano del teclado, estás escribiendo demasiadas tonterías P. - me diría. Pero en realidad, Wim Wenders puede seguir iluminando de verde sus películas, a mí ya me puede dejar en paz. Ya iluminaré yo las mías con tu mirada. Esa que penetra. De un color distinto cada día. Porque la chica de ayer nunca es la misma que ayer. Jamás lo será. De esa forma, tú tampoco eres el mismo de ayer. Y eso es increíble. Y creo que por eso escucho a las libélulas todos los días. Las escucho en la habitación. Escucho su zumbido dentro de mi oreja, como la hormiga de terciopelo azul
El insomnio continúa, ¿y tú? Me encantaría verte.

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