martes, 6 de enero de 2015

la humedad

jacques henri lartigue


Sin embargo, empezó a sonar oh! sweet nothing de la Velvet y todo cambió.  Me habías dejado exhausta, cansada, jodidamente perdida en un mar de nervios y asfixiándome en el placer. Era como cuando en esta foto de Lartigue que te enseñé en una plaza de Sillämae, Ellas descansan encima de una barca de la Riviera Francesa, hartas del agua pero al mismo tiempo amando cada húmeda caricia. Esa misma sensación de calma tras la tormenta, de una contracción que nunca llega después de la dilatación, una dilatación eterna. Ellas disfrutan del calor del cuerpo de la Otra, la que yace debajo, o arriba, o a un lado. Una orgía del tacto. Que te mece, como la barca que aún olía a pintura. 
Seguía sonando la Velvet. Y allí me quedé, tumbada en la cama, en un homenaje mental a un día perfecto y a un techo que se abre con un bebé gateando hacia mí, con una sonrisa trazada en la boca, los ojos achinados, como cuando acabas de llorar. Encendí un cigarrillo, y escuché el primer consumir, mientras aspiraba un halo de humo que me envolvió. Me retiré el flequillo hacia arriba, y seguí sonriendo. Miraba la lámpara. Un poco bauhaus. No sabía dónde estabas ahora mismo, quizás en el baño, o perdido en algún rincón de casa. Hay momentos que se viven sola, incluso cuando todo el mundo estalla. 



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