miércoles, 25 de julio de 2012



Viajaba en un crucero de placer y se hundió el barco. Nadé desesperadamente. Pasé horas de lucha extenuante, creí morir ahogado. Cuando lo di todo por perdido, y me abandoné por azar o por mi destino, choqué contra un escollo salvándome la vida. Me agarré a las rocas hasta arrancarme las uñas. ¡Estaba vivo! Y al otro lado, ahí estaba, una playa maravillosa de arena fina y palmeras. Estaba solo a unas brazadas, casi la podía tocar. Y de repente, una profunda tristeza me alcanzó, me arrasó de repente. Había soñado con la playa, pero preferí quedarme ahí en las rocas recordando el hundimiento, deseando estar muerto. Dando la espalda al paraíso. 




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